El museo de los sueños by Joan Manuel Gisbert

El museo de los sueños by Joan Manuel Gisbert

autor:Joan Manuel Gisbert
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Juvenil
publicado: 1984-08-09T22:00:00+00:00


Pero la vieja casa ya no me daba ningún miedo, me parecía un lugar lleno de maravillas. Y eso era.

—Las siete piezas que están aún embaladas — prosiguió rápidamente el Mago— son las más enigmáticas e impenetrables de la Colección. Ningún ser vivo en la actualidad conoce, ni remotamente, su contenido. Por tanto, nadie puede asegurar que no sean, también, las más peligrosas. No podemos, por tanto, atrevernos todavía a transformarlas en conocimiento humano. El momento aún no ha llegado, aunque... está próximo. Es, pues, necesario que, entretando, sean evacuadas de aquí. Es muy urgente que así se haga para que, cuando se produzca el asalto de nuestros enemigos, aquí no encuentren nada, nada en absoluto.

—¿Es esta misión de salvamento la que yo tengo encomendada?

—¡Encomendada la tienes desde este mismo instante! Así lo anunció la Gran Caracola —y dijo también, aquí su voz se hizo muy sugerente y enigmática—. Aquel que lleve a buen puerto las piezas más amenazadas alcanzará finalmente una... prodigiosa recompensa.

Aquel vaticinio acabó de encender mis deseos de tomar parte hasta el fin en la aventura. No pensé ni por un instante que fuese un falso augurio ideado por el Mago para asegurarse mi plena entrega a los objetivos que me asignaba. Supe a ciencia cierta, por canales más profundos que los de la razón, que la promesa se cumpliría.

—¿Cómo deberé proceder? —pregunté de un modo que sin duda él consideró convincente y definitivo.

—En el garaje de la casa de enfrente encontrarás la camioneta que Martius y Tulane utilizaban para traer las cajas desde el puerto. En ella cargarás las que se encuentran en el sótano. Un carguero turco espera a media mar frente a la playa de Levante. Sus tripulantes, gentes de entera confianza a mi servicio, te ayudarán a trasladar el cargamento a bordo. Inmediatamente zarparéis hacia Cronos, mi pequeña isla. Por Tulane sabrás todo lo restante. No olvides que el tiempo que resta antes del embarque es muy limitado: el menor error, la más pequeña demora, pueden hacer fracasar la evacuación; el carguero puede verse obligado a huir en cualquier momento, su presencia en estas aguas es totalmente clandestina.

A pesar de aquella urgencia, necesité formular una única y rápida pregunta:

—¿Quién es Tulane?

—Mi colaboradora predilecta, mi hija... casi. Ella será tu guía y compañera durante las horas próximas. Te deseo toda la suerte del mundo, vas a necesitarla. Nuestro cometido aquí será arduo y arriesgado, pero no lo será menos el tuyo en alta mar. Confía en Tulane: ella sabrá darte, espero, el aliento que te falte.

Yamai de Cronos se despidió de mí con un silencioso abrazo, al que correspondí con toda sinceridad. Después dio media vuelta y me dejó solo en la penumbra del corredor.

Antes de encaminarme con presteza al cumplimiento de mi tarea, aún pude verle dirigirse, lenta y solemnemente, al gran Espejo, e iniciar el ademán con el que iba a despojarlo de su funda.



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